Por Roberto Ciafardo

En la Nochebuena de 2004, en el invierno madrileño,  entre mazapanes y misas de gallo Joaquín Sabina escribe:

Don Alonso Quijano sigue aquí
provocando a los vivos que están muertos,
mutilado en la más guerra incivil,
viajando en metro, desfaciendo entuertos.

418 años después de haber nacido El Quijote nos sigue hablando. Será porque como nos enseña Italo Calvino un clásico nunca termina de decir lo que tiene que decir. 

Seguramente esto también lo sabían tres amigos que se  empeñaban en llevar adelante un comercio, acaso no muy rentable, pero necesario para el desarrollo de una sociedad que estaba dando sus primeros pasos en la ciudad de La Plata.

No habían pasado dos años de la fundación de  nuestra ciudad cuando la firma Solá, Sesé, Larrañaga y Cia.  decide abrir la primera librería. Ubicada en la esquina de 46 y 8, años más tarde se traslada a su ubicación definitiva en Diagonal 74 y 46.

La “Librería de Sese” rápidamente se convierte en un punto de reunión en la joven ciudad. Era común ver entre sus contertulios a Luis Ricardo Fors, Daniel Goytía, Julián Solveyra, Joaquín Carrillo, Pedro Delheye, Alejandro Korn, Adolfo Saldías, Adolfo Moreno, Enrique Rivarola entre otros.

Paralelamente a esta actividad, en los fondos del local, sus dueños deciden instalar una pequeña imprenta comenzando así como editores. 

Con el correr de los años esta nueva actividad se incrementó hasta que en 1904 dan a luz la edición de una obra que les daría trascendencia internacional. Publican  El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, convirtiéndose  en la primera edición sudamericana en su versión integral. El único antecedente era una edición uruguaya del año 1880 que además de contener algunos errores no se trataba de una versión completa de la obra.

La dirección de esta primera edición estuvo a cargo de unos de los habitué de la librería, Luis Ricardo Fors, un erudito en la obra de Cervantes.

Fors nació en 1843 en Barcelona. Estudió Derecho en la Universidad de Barcelona y fue luego abogado de la casa de Medinaceli, en la que desempeñó también los cargos de archivero y bibliotecario adjunto, trabajos que le serían en el futuro muy útiles.

Participó en el movimiento republicano de julio de 1866, por lo que tuvo que emigrar a América. Este catalán republicano fue además un reconocido cervantista, un propulsor de la enseñanza de la bibliotecología y un abogado con gran participación política, vinculado al partido radical y a la masonería argentina.

En 1896  presidió la “Liga Liberal”, mezcla de partido político, club y sociedad de educación democrática y anticlerical integrada por un grupo de masones que habían formado la “Unión Cívica” y se hallaban desilusionados por la política abstencionista tras la derrota de la revolución radical de 1893 que se había vivido con intensidad en La Plata.

Entre 1898 y 1908 dirigió la Biblioteca Pública de la Universidad de La Plata. En tal carácter y a partir de su convicción laicisista organizo actividades de extensión que comprendieron sus  famosas “lecturas dominicales”, sermones laicos planteados en directa competencia con la misa, a través de charlas y conferencias abiertas que protagonizaban distintas personalidades. Esta pasión por la bibliotecología le hizo llevar adelante el primer intento de organizar la enseñanza bibliotecaria en la Argentina.

En febrero de 1904 elevó un proyecto al Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires proponiendo la creación de una escuela especial para bibliotecarios. El proyecto especificaba gran cantidad de cuestiones pedagógicas sobre la enseñanza del tema y, entre sus fundamentos, destacaba que “así se podrá ofrecer un porvenir honroso y útil ocupación a la juventud estudiosa de ambos sexos que anualmente sale  de los establecimientos platenses de enseñanza”.

Uniendo su erudición cervantina con su pertenencia a la masonería también publicó trabajos donde pretendía encontrar simbologías esotéricas y anagramas en el Quijote.  En esta línea escribió obras como Criptografía quijotesca, Anagogía del Quijote y Espíritu del Quijote. Fue también autor de obras de metodología más positivista sobre el Quijote y Cervantes: Filosofía del Quixote ordenada alfabéticamente, Las mujeres del Quijote, Vida de Cervantes, El escudo cervantino y Cartas cervantinas. 

En la portada de la edición publicada en 1904 en nuestra ciudad se lee:

Primera edición Sudamericana, ilustrada y precedida de la vida de Cervantes.

Y en su portadilla la dedicatoria:

 Dada a luz en homenaje a este inmortal escritor al celebrarse en la ciudad de La Plata el tercer centenario de la impresión y publicación de la célebre obra.

La vida de Cervantes fue escrita por Luis Ricardo Fors y en el año 1916 se publica como una edición individual. En cuanto a las ilustraciones, contiene una imagen del busto de Miguel de Cervantes Saavedra que “… la Comisión Ejecutiva perpetúa en la Biblioteca Pública de la ciudad de la Plata la celebración del Tercer Centenario de la impresión del Quijote”.

Tambien posee varios grabados ,obra de dos ilustradores: Ricardo Balaca y Canseco ,y José Luis Pellicer y Fener.

Ricardo Balaca y Canseco fue pintor de retratos y batallas, también se desempeñó como ilustrador. Su formación la recibió en Lisboa, ciudad en que nació en 1844, Londres, Parísy Madrid. Falleció en su ciudad natal en 1880.

En la imagen se ve a Don Quijote tratando de ajustar la cuenca del barbero (el yelmo de Mambrino) en la cabeza, mientras que Sancho le observa. El escudero es retratado en una pose fotográfica. El fondo se compone con el burro de Sancho y la mula del barbero, aunque no se ha incluido la figura tradicional del barbero huyendo.

Ilustración del pasaje donde Don Quijote se prepara para luchar con un león mientras permanece en su jaula con la puerta abierta.

Sancho Panza es levantado en el aire por los clientes de una fonda. Detrás del muro se ve la figura de Don Quijote. La composición es resuelta de acuerdo al grabado de Jacob Savery de 1657. 

José Luis Pellicer y Fener fue pintor e ilustrador. Nació en Barcelona en 1842. Se desempeñó como director del Museo del Grabado de Barcelona. 

Don Quijote se encuentra vencido por el Caballero de la Blanca Luna en la playa de Barcelona.
Escena a menudo representado en las ediciones anteriores como el grabado de Jacob Savery de 1657.

Si hacemos caso a Oscar Wilde cuando dijo que la ficción supera a la realidad, demos la palabra a Pierre Menard:

Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo —cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad es aún más notoria. El Quijote —me dijo Menard— [escribió Borges] fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patriótico, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *