Por Roberto Ciafardo
El legado patrimonial que dejó a la humanidad Pedro Domingo Curutchet
Desde 1996, por decisión de la Unión Internacional de Arquitectos, se estableció el primer lunes de octubre como el Día Mundial de la Arquitectura. La ciudad de La Plata cuenta con un patrimonio arquitectónico destacado. Desde sus edificios decimonónicos de la época fundacional hasta las construcciones contemporáneas recoge obras que representan lo mejor de la arquitectura de su momento.
Entre las obras modernas se destaca la Casa Curutchet, que en 2016 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Casa Curutchet Obra del Arq. Le Corbusier
Cada vez que pasamos por 53 entre 1 y 2 no podemos evitar desviar la mirada hacia ella. Magníficamente blanca, con su juego de luces y sombras se levanta sobre el bulevar capturando para sí todo el paisaje que le brinda el bosque platense.
Los más entendidos señalan que en ella Le Corbusier desarrolló sus cinco puntos para una nueva arquitectura:
Elevación sobre pilotes: donde la superficie al nivel del suelo debe ser ocupada por el movimiento del auto, protagonista del espacio público en la era industrial, o por la continuidad del verde.
Planta libre: la estructura se independiza de los muros de manera que no interfiera con el diseño de ninguna forma.
Fachada libre: la misma estructura se retira de la línea del frente, para permitirle mayor libertad compositiva.
Ventana horizontal: como consecuencia del punto anterior, la abertura puede prolongarse a lo largo de toda la extensión de la fachada, garantizando un óptimo nivel de visual y de iluminación.
Terraza jardín: la cantidad de espacio natural que un edificio ocupa debe ser devuelta a la naturaleza, lo cual se logra con la creación de un jardín en su cubierta.
Todos estos principios se observan en la Casa Curutchet, los que la convierten en una obra paradigmática estudiada en todas las facultades de arquitectura del mundo.
Pero hoy no hablaremos de la casa (abundante bibliografía la recorre con detalles técnicos e históricos), sino de Pedro Domingo Curutchet, quien en 1948 le hace llegar una carta al maestro suizo pidiéndole un diseño para su vivienda y consultorio profesional en la ciudad de La Plata.
Pedro Domingo Curutchet nació el 2 de abril de 1901 en Las Flores. Llegó a nuestra ciudad para estudiar, primero en el colegio San José y luego en la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata. En 1929 logró su doctorado en la Universidad de Buenos Aires ya que la escuela local no tenía rango de Facultad.
Fue un aficionado desde joven a la música y las artes plásticas (él mismo era un eximio dibujante), lo que lo llevó a frecuentar a personalidades destacadas del ámbito cultural. Entre sus amigos se destacaba Emilio Petorutti, difusor de las vanguardias artísticas en nuestro país.
Poco tiempo después de recibido, Curutchet abandona La Plata tras haber fracasado con su presentación en un concurso académico para el Jefe de Trabajos Prácticos en Operatoria de la Universidad de Buenos Aires, cuyo resultado considera fraudulento. Indignado, decide ejercer la medicina en un medio rural y se radica en Lobería.
Instalado en esta ciudad, el ejercicio de la medicina lo hace encontrarse con la hidatidosis o equinococosis, enfermedad provocada por el contacto con heces de animales contaminadas con huevos de tenias, que se transmite a través del agua, los alimentos sucios o la piel de los bichos.
Curutchet operando una paciente de manera innovadora
Paralelamente a su labor de asistencia médica encontró tiempo para desarrollar nuevas herramientas para la medicina.
Instrumental quirúrgico diseñado por Curutchet
Su vocación de proyectista lo llevó a diseñar su instrumental quirúrgico; más tarde crearía un nuevo sistema instrumental anatómico y además la publicación de 8 libros sobre distintos temas médicos.
Años después, en un reportaje que le hacen para una revista catalana de arquitectura declara:
“Lo mío, mis estudios son de estructura y de forma, aplicados al diseño del instrumental quirúrgico. Mi vocación es ésa, fijese que yo he hecho una cosa que es pariente de la arquitectura. Funcionalismo, forma, estructura, tienen elementos básicos de la arquitectura. Quizás en mi había un arquitecto frustrado, o había una segunda vocación” (Daniel Casoy, entrevista al Dr. Curutchet en “Arquitecturas Bis” Nº43, Barcelona, 1983)
Durante todo el tiempo de su residencia en Lobería, Curutchet no perdió vinculación con La Plata, donde se reunía con sus amigos todos ligados al ámbito cultural de la ciudad. Estos viajes se hicieron más asiduos en tiempos de la segunda guerra mundial, donde participa en movimientos de la resistencia con la Comunidad Francesa en la Argentina.
En 1948 decide radicarse nuevamente en La Plata. Adquiere un terreno de 9 metros de frente por 20 de fondo en el límite del bosque y decide contactar al arquitecto francosuizo Le Corbusier para encomendarle el proyecto de su vivienda.
Aprovechando un viaje de su hermana a París, redacta una carta de puño y letra adjuntando planos catastrales, fotografías del terreno y un programa de necesidades: vivienda unifamiliar con estar comedor, tres dormitorios, dos baños, y un dormitorio de servicios con toilette, una cochera más dependencias de servicios, y un consultorio con sala de espera, que fue entregada en mano a Le Corbusier en su estudio del 35 de la rue de Sèvres.
El contrato se acuerda a principios de 1949 cuando recibe como respuesta:
“Vuestro programa: habitación de un médico, es extremadamente seductor (desde el punto de vista social). Vuestro terreno está bien situado, en buenas condiciones. Por último, habiendo establecido el plan de Buenos Aires en 1938-1939 que está actualmente siendo considerado por el gobierno, estoy interesado en la idea de realizar en su casa una pequeña construcción doméstica en la que me gustaría realizar una pequeña obra maestra de simplicidad, de conveniencia y de armonía, siempre dentro de los límites de una construcción extremadamente simple y sin lujos, perfectamente conforme por otra parte con mis hábitos”
Le Corbusier y la maqueta de la Casa Curutchet
En abril llegan los planos y la documentación técnica junto con la recomendación de varios arquitectos argentinos para la dirección de la obra. Curutchet se decide por el Arq. Amancio Williams quien estará al frente de la obra hasta el año 1952, siendo reemplazado por Simón Ungar hasta 1953, finalizándose la obra bajo la dirección técnica del Ingeniero Valdez.
“Con grandísimo placer he recibido su carta, las fotos y los planos…. La estructura grácil y transparente del edificio, la forma y disposición de los baños y dormitorios, las rampas y la armoniosa continuidad en todo y en particular entre el salón y la terraza-jardín fueron la primicia. Pero después de esa primera impresión, miro y en cada detalle descubro un nuevo interés, un nuevo espejo de diáfana belleza intelectual. Desde ahora comprendo que viviré una nueva vida, y más adelante espero asimilar plenamente la substancia artística de esta joya arquitectónica que Ud. ha creado…”
La Casa Curutchet durante su construcción
En 1954, finalizada la obra, Curutchet se instala con su familia donde vivirá durante varios años hasta que, obligado por sus actividades, vuelve a radicarse en Lobería, aunque volvían para ocasiones especiales.
Vista de la casa en la época que era habitada por la familia Curutchet
Su nieto, José Coggi, recuerda las fiestas navideñas en la casa: “Viajar a la Plata desde Buenos Aires demandaba más de dos horas y una vez allí estaba esa casa tan divertida, sin separaciones, con su sala de música donde mi abuelo tenía un combinado y un piano vertical y donde nos tirábamos por las rampas usando carritos a rulemanes, Es imposible olvidar esos momentos. Era como estar en Disneylandia”.
Rampas de acceso a la vivienda y al consultorio
Curutchet, al que en la intimidad le decían “Papá Grande”, apelativo de herencia vasca, no sólo fue un profesional destacado de la medicina argentina sino también quien le posibilitó a la ciudad contar con una obra arquitectónica que es orgullo de todos los platenses y patrimonio de la humanidad.
Dejémosle a él la última palabra:
“… Se que esta obra quedará como una lección de arte contemporáneo … de vanguardia, del original espíritu creador. Mi deber será que todos aprovechen esa lección, en beneficio de su propia cultura y en reconocimiento al gran maestro”