por Tonchi Mendy

Una novela atrapante desde el comienzo, con una narrativa veloz y un vocabulario que varía de acuerdo a los interlocutores, con el habla informal y de la calle, pero a la vez amorosa y cotidiana. Inteligentemente se sitúa a los personajes en planos distintos,  pero haciendo que todo armonice. A la vez produce que los capítulos se suceden perdiendo la conciencia de ello, introduciéndonos  en un  mundo futbolero que transcurre fuera de la cancha o del estadio de Fútbol, (representado en el club Gimnasia y Esgrima de La Plata) donde los  protagonistas salen literalmente a la cancha para a jugarse el partido de la vida misma, el del día a día.

La novela se encuentra estructurada en tiempo y espacio determinado, con un efecto muy logrado de que si uno no fuera de la Ciudad de La Plata –y sus diagonales- respire la atmósfera platense, futbolera, de barrio, bosque, lugares típicos, pero y a la vez, en todo momento se vive una realidad coyuntural, donde el autor despliega su sensibilidad, con una narrativa repleta de realismo, logrando trasladar al lector a lo propuesto en el texto hasta de una forma fotográfica. Así se ve un despliegue narrativo de ascenso de una clase, con mucha presencia, con códigos y normas propias, que Magallanes describe desde los márgenes, que se hace presente desde afuera hacia dentro, desde los barrios populares al centro.

Los personajes, con su narrativa y voz propia, van  marcando el ritmo de la novela como con un estilo musical y armónico -el “Flaquito, el Arveja, El camisa, la Ranita de Flequillo,- entremezclando  su realidad, en la búsqueda de salir de un lugar, un éxodo, por la condena implícita de perpetuarse en un casta sólo por haber nacido allí, que se ve  usufructuado por un Poder Político vinculado fuertemente con el Poder Judicial, y dirigentes del fútbol, en una asociación mancomunada para adentrarse en connivencia entre todos, en un camino marcado por lo  ilegal, lo oculto, la vía – diagonal- rápida, de negociados y traiciones.

Así se hace un repaso cruel y nostálgico –que se vive en primera persona en toda la novela, para una generación marcada por una situación social y económica  características como fueron los 90, donde el neoliberalismo arrasó dejando su marca-   de un 504, un Regata, un Duna junto con el Galaxy y el Mercedes que habitan en la remisería de cualquier barrio, con estética clásica y típica, su recepción característica, atendida por un telefonista víctima de la decadencia de la época.

En “El Palomar”, aflora lo popular, lo cotidiano, de una generación sin oportunidades cercanas, sin muchos recursos, de una forma de vida que rota de manera circular por cosas banales o simples o que pueden dar pequeños momentos o destellos de felicidad –como el fútbol como motor y esperanza, la hinchada, recorridas nocturnas, una birra, fumarse un faso, etc- que luego son opacadas o mutan por el contexto general, donde de repente parece que se está  leyendo algo friccionado pero lejos de ello es una plena realidad novelada, con buenos, con  malos, con pasiones, con historias de amor, con injusticias y traiciones.

Como detalle estético del libro en sí mismo y para los que los atesoramos como coleccionistas de objetos de valor, realmente es hermosa la propuesta Editorial, algo a lo que nos tiene mal acostumbrados Club Hem, con su estilo característico y singular. La fotografía elegida en la tapa, el enfoque, la postura y los colores llamativos de los personajes, sumado al tratamiento del papel (efecto 3D) provoca la sensación de desafío y prepotencia al lector desde el primer contacto con la novela.

Para finalizar entiendo que Magallanes logró una novela que rompe con lo tradicional, propone una lectura que interpela al lector, genera que de alguna manera se sitúe dentro de ella y lo toque desde algún lugar. Claramente,  Francisco Magallanes se sitúa en el eje de la escena literaria actual demostrando que salió a la cancha hace rato.

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