Por Roberto Ciafardo

Emma de La Barra nació en el año 1860 en Rosario, en el seno de la familia conformada por el matrimonio de Federico de La Barra y Emilda González Funes. Fue la menor de tres hermanos.

La familia De La Barra pertenecía a la elite rosarina, Don Federico era un protagonista importante de su vida intelectual y política. Escritor y periodista, fundó y dirigió el primer diario de la ciudad, el periódico “La Confederación”. Como político se destacó como Vocal en el Consejo de Educación, bajo la dirección de Domingo Faustino Sarmiento. Fue Legislador Nacional y Convencional Constituyente en 1860. 

Emmita, como la llamaban los íntimos,  era “una deliciosa niña de carita redonda y facciones finas de ojos grandes y claros” según testimonio de sus familiares y amigos. 

En 1884, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, Don Federico De La Barra es electo legislador nacional y se traslada con su familia a la ciudad de Buenos Aires. 

La llegada a la Capital con una vida cultural más amplia fue para Emma, ya adolecente, un cambio de perspectiva y rápidamente comenzó a participar de la vida intelectual porteña.

De carácter firme y dueña de una energía incansable, participó en exposiciones de arte, de alhajas y antigüedades, ballets y conciertos que la tuvieron como impulsora. Fue una de las fundadoras de la Cruz Roja Argentina junto a Elisa Funes de Juárez Celman y estableció la primera escuela profesional de mujeres que hubo en el país

Ante un embarazo imprevisto, a los 24 años se casa, para “lavar el honor de la niña y de la familia”, con su tío Don Juan Francisco De La Barra Demaría, hermano de su padre que la doblaba en edad. Emma da a luz una niña, que muere muy poco tiempo después, a la que anota como María De La Barra De La Barra

Para 1882 Don Juan Francisco De La Barra Demaría se desempeñaba como Presidente de la Cámara Comercial de la Provincia de Buenos Aires y como tal participó en la fundación de la ciudad de La Plata.

A poco de comenzar la construcción de la nueva ciudad, decide construir un barrio obrero en la localidad de Tolosa. Sus vinculaciones familiares dentro de los más exclusivos sectores del poder, resultaron decisivas para que pudiera concretar su proyecto que carecía de antecedentes materializados por privados en el país. Un crédito otorgado por el Banco Hipotecario Provincial capitaliza la empresa y las obras comienzan a un ritmo inusitado.

La  importante población obrera vinculada a las obras de la nueva capital, sumadas a la ventaja económica que ofrecían terrenos de escaso valor fortaleció la decisión de la inversión. Su rentabilidad estaba aseguraba por la demanda habitacional de los empleados de corralones, canteras y hornos de ladrillos y otros establecimientos industriales que abundaban en la zona. Pero la decisión final la tomó cuando  del Estado Provincial decidió  levantar los Talleres del Ferrocarril Oeste, frente mismo a las manzanas que ocuparía el barrio.  Esta ventaja comparativa se vio reforzada con la instalación en 1888 del Molino Harinero y fábrica de galletitas “La Julia”, establecimiento que llegó a proveer a diversas localidades del interior del país.

Extendido a lo largo dos manzanas contiguas, ubicadas entre las calles 3 y 4 entre 522 y 524 de Tolosa, el barrio de las “mil casas”, como fue bautizado popularmente, se configura a partir del trazado de pasajes internos que dividen a cada manzana en tres fajas.  En ellas se levanta la repetitiva serie de vivienda, que siguen el modelo de la “casa chorizo”. El conjunto se completaba con locales comerciales y posteriormente, en parcelas originalmente destinadas a viviendas, se construye la Escuela N° 31 a la que en 1896 concurrían “entre 120 y 150 niños”.

Ante el fallecimiento de su marido Emma se vio obligada a administrar el barrio. Educada como una típica dama de la alta sociedad argentina, no duda en transgredir la división de tarea marcadamente sexista, que reducían las tareas femeninas solo a la organización de reuniones sociales y filantrópicas y actúa decidida en un ámbito solo reservado para los hombres.

Propuesta a revertir los fines puramente especulativos genera iniciativas de carácter público adoptando el rol de una suerte de educadora social. Comenzó a hacer del emprendimiento inmobiliario una comunidad ideal. A la escuela se agregó una sala de teatro que funcionó hasta 1905.  Se construyó un asilo y una iglesia que funcionaron durante muy breve lapso y pretendió, aunque sin éxito, instalar una biblioteca pública y una fábrica con la idea de gestar una comunidad autosuficiente.

La crisis del 90, y la política enajenadora del gobernador Máximo Paz, provocaron el éxodo masivo de obreros provoco la falta de sustentabilidad del barrio. Al no poder hacer frente a sus obligaciones económicas con el Banco Hipotecario Provincial Emma pierde la titularidad de sus propiedades. Así termina una aventura que empezó como una mera inversión inmobiliaria para intentar convertirse en un programa social que favoreciera la calidad de vida de las clases asalariadas.

Muerto su padre y su marido Emma se siente libre, sola y lo suficientemente fuerte como para encarar su nueva vocación, ser escritora. Su intención es publicar sus trabajos en un ámbito hasta el momento dominado por los varones. 

En 1905 aparece su novela “Stella” de autor anónimo en su primera edición y bajo el seudónimo de César Dauyén en ediciones posteriores. “Stella” tuvo una recepción  inesperada, en tres días agoto la primera edición de mil ejemplares y en pocos meses llego a  nueve ediciones más. Como señalo David Viñas fue el primer best seller argentino. Fue tal la demanda que un librero de la calle Florida debió emplear una persona para que se dedique con exclusividad a la venta del libro. Todos querían leer la novela, se cuenta que Bartolomé Mitre, ya anciano, adquirió diez ejemplares.

Debido a su éxito “Stella” fue traducida a varios idiomas y prologada por grandes escritores, como por ejemplo,  Edmundo de Amicis. Según una publicación especializada para 1932 se habían vendido 300.000 ejemplares tanto en Argentina como en el exterior.

“Stella” cuenta la historia de dos hermanas que regresan a la Argentina luego de quedar huérfanas en Europa. El texto que relata en clave ficcional la propia vida de la autora es una crítica aguda a la sociedad porteña y el rol de las mujeres en la férrea estructura familiar. “A Stella no le han enseñado a pensar” comenta una amiga en un pasaje de la novela. A su vez, el personaje de Alejandra dice, como adelantando la voz de otras mujeres, “Una persona del género femenino tiene derecho a saber algo más que Colón descubrió América, tocar piano, cantar, coser y bordar en seda china”. Cuando Alejandra arma su biblioteca con libros que leen los hombres el círculo de sus amistades la motejan “Alex”, masculinizándole el nombre.

La combinación de los lujosos escenarios de la élite porteña, con sus fiestas en soberbios palacetes, sus estancias, etc. Sumados a un argumento melodramático y una heroína idealizada y moderna provocó un efecto fascinante en el público de la época.

Este fenómeno que fue advertido por la industria cinematográfica que en el año 1943 lleva la historia a la pantalla grande. La película, también llamada “Stella” bajo la dirección de Benito Perojo y tuvo como protagonistas a las más encumbradas figuras de la época: Zully Moreno, Florindo Ferrario, Stella Río, Rafael Frontaura, Guillermo Battaglia y Fernando Lamas.

En 1906 publica la novela  “Mecha Iturbe”.  Tanto desde el punto de vista narrativo como en sus pretensiones de intervención político-social es más ambiciosa que su antecesora. Al tiempo que sus críticas a ciertos sectores de la élite argentina se hacen más incisivas incorpora al mundo obrero y los conflictos políticos entre estas clases. “Mecha Iturbe” puede leerse como un contrapunto de “Stella”  no solo en lo social sino que compite como contramodelo, también en lo urbano: el barrio  obrero de Itahú,  es una ficcionalización idealizada de las “mil casas” de Tolosa. Este nuevo trabajo no consigue el éxito editorial esperado. Cuando la trama se politiza y propone una heroína más compleja desde el punto de vista moral e ideológico el público la abandona

A estas novelas les seguirán El Manantial (1908), Cartas Materiales (1917), Eleonora (1933) y La dicha de Malena (1943)

Emma de la Barra muere en Buenos Aires a los 87 años, el 5 de Abril de 1947. Años antes, una de las pocas veces que fue entrevistada, declara a la revista El Hogar: “Escribo cuando siento necesidad de hacerlo, con verdadero deleite, como quien se proporciona a sí mismo un regalo” 

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