Por Germán José Margaritini

Así empieza “Fábula de Venecia”, la séptima aventura de Corto Maltés (Corto Maltese, en su versión original), obra de Hugo Pratt. Que sea el séptimo es bastante sugestivo: el siete es un número con significación para la masonería. En total fueron doce los episodios de este enigmático personaje, navegante de todo el planeta, cuyas acciones ocurrieron en todos los continentes. En este episodio puede verse a una logia, llamada Pitágoras, iniciando sus trabajos. Ambientada en la Venecia de entre guerras, se ve a los masones encapuchados iniciando la sesión. Eso y la irrupción de Corto Maltés, que cae desde el techo perseguido por una banda de fascistas dan la pista de la ubicación temporal. Era común que se vistieran con capuchas para preservar la identidad ante las persecuciones de ese régimen. Promediando la “Fábula”, Corto mantiene una conversación con uno de los masones, éste le explica que en Venecia existen dos logias: una, la Pitágoras y la otra, Hermes. “Hermes, me suena…”, dice Corto. Una ironía de Pratt, él pertenecía a la Logia Hermes de Venecia.
La vida de Corto Maltés podría interpretarse como un alter ego de Pratt. De ascendencia judía, introducido en la cábala y en el esoterismo por sus abuelos maternos, sefarditas emigrados a Venecia, traza un camino parecido a su personaje, al que lo hace nacer en Malta, hijo de una Gitana y de un marinero inglés, motivo por el cual es súbdito de la Corona Británica. Corto, sigue un derrotero que se puede superponer a algunos momentos de la vida de su dibujante. Así, ambos pasaron por África. El autor, a los diez años va de la mano de su padre, oficial del ejército de Mussolini, a Abisinia (actual Etiopía). El personaje va al mismo continente en búsqueda de las minas del Rey Salomón. Su padre muere en un campo de concentración aliado y regresa a Venecia junto a su madre en 1943, en una situación muy compleja por estar Venecia tomada por las tropas Nazis. Sospechado por la SS fue detenido. Logró fugarse y colaboró con los aliados como intérprete en la clandestinidad. Finalizada la Segunda Guerra Mundial vino a la Argentina, país que adoptó junto a Ongaro, Pavone y Faustinelli, trabajando juntos para la Editorial Abril. A Corto lo hace venir en dos oportunidades a Argentina, la primera escapando de una persecución en Sudáfrica, la segunda, en 1923, apareciendo en San Isidro para investigar la desaparición de Luoise Brookszowyc, implicada en una organización polaca dedicada a la trata de blancas. En esta aventura conoce a Butch Cassidy.
Hugo Pratt volvió a Italia en 1963, se inició en Venecia en 1976 en la Logia Hermes, formando parte de la misma durante más de dos décadas hasta su muerte. Corto siempre tuvo una impronta esotérica, pero fue a partir de la iniciación cuando irrumpe en el comic la masonería en forma explícita. En 1989 se adscribió al Consejo Supremo de Italia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Fue recibido en los altos grados en la Logia “Serenissima Perfection”, en Niza en una tenida en común con la logia “Perfection l’Oliver Secret”, del Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado del Gran Oriente de Francia. Es cuando toma un giro introspectivo y adquiere una inclinación hacia los principios de la masonería francesa (laica). Incluso, poco antes de su muerte, en claro homenaje a su primer gran cómic Fort Wheeling, el dibujante introduce la iniciación masónica de su protagonista Patrick Fitzgerald en el grado cuarto.
La Logia Hermes pertenecía al Gran Oriente de Italia y había sido sede de un episodio dramático. Su padre fue parte de las fuerzas fascistas que la desmantelaron. Incluso, se quedó con un sable ritualístico perteneciente al Venerable Maestro. Este elemento fue devuelto por Hugo Pratt tras su iniciación masónica en dicha logia a modo de reparación del daño provocado por su progenitor.

En un tramo de “Fábula de Venecia”, pareciera que quiso dejar constancia de ese hecho, cuando en una sesión aparece la figura del Guarda Templo portando una espada ritual, en tres viñetas consecutivas, para responder a los golpes de la puerta que hace Corto. Tampoco es casual que muestre referencias específicas al grado cuarto, como el mandil con la letra Z.

¿Se puede intentar trazar una hipótesis sobre la intencionalidad de Hugo Pratt? Hagamos el intento. Él era consciente de la popularidad de su historieta a nivel mundial, por lo que puede decirse en primera instancia que no tuvo tapujos en utilizar a la masonería como argumento, incluso valiéndose de lenguaje y simbología iniciática. De esta primera apreciación se desprenden otras dos: nunca intentó ocultar su condición de iniciado y su idea de difundir aspectos esotéricos de la masonería.
Puede intuirse que contó con la aprobación y apoyo de los masones italianos, ya que no hay evidencias de manifestaciones oficiales de la masonería o de masones en forma particular rechazando tales historias.
Podemos inferir que fue deseo de Pratt exponer a la masonería al gran público: su historieta como lente de aumento. El propio Pratt sostenía que la historieta “es el cine de los pobres”. El manejo hábil de imágenes y lenguaje tiene como destino específico en algunos segmentos a los iniciados, ya que no usa elementos o palabras sin sentido. Tal como ocurre en la ornamentación de los templos masónicos: nada es casual.

*Germán José Margaritini es médico y Presidente de la Logia Utopía N° 713 (Concordia)

 

 

 

 

 

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