“Los ojos del perro siberiano”
de Antonio Santa Ana
El protagonista de tan solo once años, envuelto en una crisis que podría ser llamada “existencial”, descubre el por qué del rechazo repentino que sus padres sienten hacia su hermano mayor, Ezequiel: es VIH positivo. A raiz de esa revelación se encuentra en una encrucijada: dejar a un lado sus prejuicios sobre la enfermedad que acongoja a su hermano -y proponerse renovar el vínculo del que fueron privados- o limitarse a acatar la orden de sus padres y alejarse de él para siempre.
Nos encontramos frente a una obra que deja en evidencia la fragilidad del ser humano y su deseo de seguir los dictámenes del corazón, aunque eso a veces implique romper con los preconceptos que nosotros mismos creamos -y aquellos que nos son depositados-. Porque a veces la ignorancia y la indiferencia pueden ser nuestros peores enemigos.
De ágil lectura, nos encontramos frente a una historia atrapante e inspiradora gracias al estilo preciso con que se encuentra estructurada e hilvanada la narración.
Si bien por su lenguaje coloquial y sencillo está dirigida a un público juvenil, es elegida por un amplio espectro de lectores que logrará sentir empatía con el protagonista de esta historia, y comprender la complejidad de las relaciones humanas.