Por Javier Bonafina

Leonard Bernstein, en un ciclo de conferencias que dio en Harvard en la década de 1970, deja claro que la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.  Sin dudas, la última película de Todd Field va en esa dirección. TÁR es una falsa biopic, con un personaje descomunal. Nos encontramos con el personaje Lydia Tár en el apogeo de su carrera, mientras prepara el lanzamiento de un libro y la muy esperada interpretación en vivo de la Quinta Sinfonía de Mahler. 

El comienzo de la película anticipa lo que se oculta. La película inicia con un conjunto completo de créditos: el inevitable y entendido cierre de la mayoría de los proyectos cinematográficos. Toda la narrativa está construida desde la densidad del tiempo. En cada minuto que pasa se presenta la amenaza de la temporalidad: su infinidad y, también,  su capacidad de revelación. La prestigiosa carrera del personaje Lydia Tár al frente de varias de las principales orquestas de todo el mundo ha puesto el tiempo al alcance de su mano. Finalmente, el Poder siempre es una metáfora del tiempo: “No puedes empezar sin mí”, dice sobre la dirección durante una de las primeras escenas de una entrevista con el escritor neoyorquino Adam Gopnik (interpretándose a sí mismo). El tiempo es poder. Para Todd Field, la ubicación de los créditos al comienzo de la película también es un ejercicio de poder. Por un lado, sitúa como fundamental la labor y el talento del equipo de realizadores. Por otro, habla de las jerarquías de la producción: ¿dónde está posicionado el director, la fuerza creativa dominante? ¿Al principio o al final? ¿Puede empezar la película sin ellos?

TÁR es una película de ensayo, una película de proceso, y el Field quiere transmitir la mecánica dentro y fuera del escenario. Una de sus preocupaciones sobre la colocación de un personaje en este entorno era que las personas que realmente viven sus vidas allí podrían encogerse de hombros y decir que las cosas no son realmente así, que simplemente todo era una farsa, una infantilización de las relaciones reales. Para crear una sensación de autenticidad, Field entrevistó a varios músicos de orquesta alemanes, incluida la primera mujer viola en la historia de la Filarmónica de Múnich. El mundo de la música clásica germano-austriaca todavía está muy congelado en el tiempo. Solo mira las mejores orquestas. Hasta el día de hoy, ninguno de ellos ha designado a una directora titular. Sólo esa situación hace que TÁR siga representado una obra de ciencia ficción futurista.

Cate Blanchett, la actriz que da cuerpo a Lydia aprendió a hablar alemán, a tocar el piano —sí, Cate toca cada nota— y realizó una investigación exhaustiva sobre la cultura de las orquestas. Durante la producción no durmió. Después de todo un día de filmación, iba directamente a una lección de piano, alemán, dialecto estadounidense o técnica de batuta/patrón de ritmo. 

En el desarrollo de los personajes se ven las grandes preguntas: ¿Qué es un proceso?, ¿Cuán transaccionales son las relaciones en este contexto?, ¿Todos los personajes son cómplices para mantener funcionando estas estructuras de poder?, ¿Es posible que todos se sientan cómodos, que no tengan temores, cuando se trata de guiar a un grupo de personas a un lugar nuevo? Y, por otra parte, a todos nos encanta admirar a los grandes personajes, pero ¿nos gusta igualmente verlos caer? Lo cierto, es que muchas de nuestras grandes narrativas se derrumbaron y nos fascinan aquellas personas cuyas preocupaciones son grandiosas y de gran alcance, pero que históricamente no tuvieron acceso a tal grandeza. ¿Qué pasa con las grandes personas que quieren volver atrás y tener acceso a la grandeza del pasado en las minucias del presente?

Blanchett es colosal, su punto de partida fueron las clases magistrales de Ilya Musin y el documental conmovedor sobre Antonia Brico. Observo a Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Emmanuelle Haim y Bernard Haitink para descubrir quién no era Tár, pero también quién aspiraba a ser. Descubrió que dirigir una orquesta es un lenguaje, un acto colosal de comunicación creativa. Absolutamente idiosincrásico y personal. El lenguaje gestual se visibiliza a lo largo de todo el film, para mostrar la mentalidad de un maestro de la música, pero también para mostrar cómo se mueve por el mundo. En el mismo proceso, la formación para este papel requirió lecciones para todas las cosas mecánicas prácticas dentro del conjunto de habilidades del personaje. Sin embargo, no son el personaje. Esta no es una película simplemente sobre dirección. Eso es algo esencial que hace el personaje, como respirar. El verdadero desafío es cómo Blanchett logra meterse en la cabeza de alguien ajena a sí misma. Lydia se ha olvidado, se ha alejado del ¿Por qué? y al tratar de establecer un legado, destroza su conexión con la música. El personaje es alguien con un poderoso crítico interno que inconscientemente se suscribe a la idea de que, si eres perfecto, nadie puede lastimarte. Pero claro, la perfección –como en la vida- es imposible en el arte. El arte está lleno de imperfecciones y áreas grises, y ahí está el problema.

Tár nos muestra los problemas de dirigir una importante institución cultural. Tener ese nivel de responsabilidad cultural y física puede ser intensamente solitario e ingrato a veces, tanto como puede ser el mayor desafío de cualquier carrera. Cuanto tiempo demanda dirigir las organizaciones reales. El edificio, el cronograma, los patrocinadores, la interfaz de la audiencia y, por supuesto, el trato con la política de la institución, los colaboradores y la financiación del Estado. Al mismo tiempo, nos internamos en el funcionamiento interno de un conjunto artístico y la comprensión de un personaje exigente, a menudo volátil, que tiene que cumplir varias funciones en una orquesta alemana. Tradicionalmente, el mundo de la música clásica, como muchas instituciones, no tienen acuerdo basados en la democracia de las relaciones. Del personaje de Lydia Tár, por ejemplo, se espera que sea una fuerza omnipotente. Como directora, la música fluye a través de ella, pero no hay muestras de personas en su posición. Los únicos ejemplos han sido los grandes tiranos del canon clásico como Wilhelm Furtwangler y Herbert von Karajan. 

Las cuestiones de legado, tradición y emulación están ligadas a las preocupaciones temporales de la película de Field. Al abrir con los créditos, rinde homenaje a la “edad de oro” cinematográfica anterior a la década de 1970, cuando esta era la norma. Una reverencia similar por figuras como Leonard Bernstein (el supuesto mentor de Tár) o Gustav Mahler (Tár posa para una fotografía que recrea la imagen utilizada para la grabación de Deutsche Grammophon de su Quinta Sinfonía) persiste a lo largo de la película y luego se traslada a la propia Tár. cuyos extensos logros invitan a los afectos, tanto profesionales como personales, de admiradores adoradores. Si bien ha hecho todo lo posible para emular a los grandes, sus contemporáneos, en particular su colega Elliot Kaplan (Mark Strong), quieren aprender de ella. “No hay gloria para un robot”, le dice ella cuando él le pide revisar sus notas. Los robots, para Tár, son lo peor de todo. También es cómo se burla de una clase en la Juilliard School de artes escénicas de Nueva York, en particular del estudiante afrodescendiente Max (Zethphan Smith-Gneist), quien se atreve a oponerse a Johann Sebastian Bach por su misoginia. Así es como Tár ve a cualquiera que no puede valerse por sí mismo como ella puede y no puede inspirar respeto por su talento como ella puede hacerlo. Su temperamento fogoso frente a tales ‘robots’ y el fervor con el que maneja su batuta de director son símbolos performativos de su valía. “¿No te sentiste triunfante?”, pregunta Bernstein en una clase magistral grabada que Tár vuelve a ver hacia el final de la película. Y, a lo largo de la película, lo hace, segura y cómoda con los lujos que la gloria le ha brindado.

Las elecciones estéticas de Field en la película transmiten, bastante abiertamente, ideas de frialdad y rigidez que se oponen a las nociones típicas de lujo: para Tár, también es una manifestación apropiada de su control. Bajo los cielos grises de Berlín, donde dirige la filarmónica de la ciudad, el hogar que comparte con su esposa y primer violín Sharon (la agraciada Nina Hoss) y su hija Petra (Mila Bogojevic) es concreto y elegante. Su uniforme está estrictamente confeccionado: hay una androginia cuidada en su sentido del estilo. Eventualmente, el tiempo comienza a luchar contra los esfuerzos de Tár por domarlo. Susurros y rumores de conducta sexual inapropiada e intimidación durante años pululan a su alrededor y se replican; Sharon recuerda el comienzo de su propia relación mientras ve a Tár coquetear y complacer a la nueva integrante de la orquesta, Olga (Sophie Kauer). También está su asistente, Francesca (Noémie Merlant), observando con su propia amargura y avances rechazados, completando un tríptico de personas heridas. Los metrónomos comienzan a sonar en la noche; el timbre de la puerta invade su apartamento; se escucha un grito en el bosque. Los sonidos que Tár no puede controlar se apoderan de su conciencia. Aquí, Field lleva la película a un territorio de suspenso más explícito al emplear sustos y terrores en la oscuridad. El cineasta nos invita a especular sobre lo que realmente está sucediendo y cuáles son las ilusiones de Tár que se deshacen. 

Tár, al ser un discurso que pivota sobre la simulación del poder, lo impulsará hacia un estado de éxtasis extremo, volviéndolo obsceno. En su inevitable implosión al final de este juego, lo seductor conservará su cualidad enigmática, y la simulación del poder, a su vez, morirá, revelando los límites de la seducción que inició contra la seducción misma. En tal situación, sería adecuado proclamar que, para escapar de esta batalla fatal entre el poder y la seducción, el poder debe olvidar su mayor secreto: que no existe. Hay películas que nos arrojan luces y sombras sobre el discurso del poder, antes de conducirlo consecuentemente hacia su éxtasis y abrirlo hacia un espacio para que se revele la seducción. Seguramente, ya se escribieron muchas notas sobre Tár, si no la vio debería verla. 

One thought on “TÁR, sobre la seducción y el poder en la sociedad moderna.”
  1. El único pequeño comentario que me parece pertinente realizar es que esta película habla de lo moderno, pero también trata de lo posmoderno. En este sentido, entiendo que traza una muy interesante pintura de nuestra época tan polarizada ideológicamente, en la cual observamos la declinación de las verdades estables y objetivas que edificó la modernidad como mencionaba Nicolás Casullo en su clásico trabajo sobre estos temas . Por lo demás,
    me resultó una brillante crítica que enfoca lo sustancial del argumento y los grandes temas planteados por la película.

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