Por Román Ganuza

                                                                                                                   I

VENUS “…tú, como todos los hombres, pretendes fidelidad sin amor y entrega sin placer. ¿Quién es cruel entonces, el hombre o la mujer? …:”

Una infidelidad, una guerra. Es la ecuación de la remota y bella Helena que se rindió a los encantos del irresponsable París ¿Faltaba el placer en su vida? ¿No tenía amor? En la película “Casino” (1995) de Martin Scorsese, Sharon Stone es una auténtica Helena de los años 70. La solitaria luminosidad de Las Vegas es el lugar de su epopeya profana. Su personaje, Ginger, es una mujer dorada y radiante que gana mucho dinero en los casinos facturando su compañía a señores con suerte. Es incuestionablemente hermosa, una diosa propia del ardor comercial americano. Robert De Niro es Sam Rothtstein, dueño de uno de los casinos más grandes y exitosos de la ciudad. Está acostumbrado a comprar con soltura bienes y voluntades. La quiere comprar también a Ginger para modelar sobre ella una esposa, una madre, y una compañera confiable. El atractivo adicional de Ginger pasa también por el orgullo de Sam. Quiere llenarla de bienes para lucirla como propia. La persuade ofreciéndole garantías de futuro. La vida de Ginger hasta aquí es buena pero no deja de ser azarosa. Llegará un día la vejez que amenace su negocio. La propuesta de Sam tiene algún atractivo. Ginger le advierte que lo aprecia, pero no lo ama. Sam confía en la obra del tiempo y en su propio poder. Exige de Ginger respeto, aunque apuesta secretamente al amor. A Ginger, que es Helena y es Venus, Sam la quiere convertir en María. El plan, naturalmente, fracasa. Ginger se encuentra a escondidas con su antiguo proxeneta Lester (Sam Wood). Se entrega al alcohol y las drogas, le roba el dinero. ¿Por qué Ginger hace todo esto? ¿Por qué dilapida la seguridad que pusieron a sus pies? El matrimonio la denigra más que cualquiera de sus clientes transitorios porque, aun siendo ambiciosa, para ella la libertad vale más que las joyas y las pieles. El convenio con Sam no hizo florecer al amor y tal vez no proveyó en abundancia el placer. Sam siente que todo su poder se ha vuelto estéril e incluso contraproducente. Ginger lo ha llegado a detestar. Llevó su desprecio al extremo entregándose al peligroso amigo de Sam, Nick Santoro, interpretado por Joe Pesci. Cegado por el dinero y sus resultados, Sam no vio a Venus en Ginger. No entendió que la antigua diosa sabe esclavizar, pero no tiene vocación de esclava.

                                                                                                              II

VENUS: “…ese amor que es el regocijo, que es la divina simplicidad, no es para ustedes, los modernos, hijos de la reflexión. Les resulta algo malvado, maligno. Apenas intentan ser espontáneos y naturales se convierten en seres vulgares. Para ustedes la naturaleza es algo hostil: han hecho de los Dioses griegos seres endiablados, y de mí, un demonio…”

Como en aquellos viejos tiempos, el amor y el placer se encuentran a veces para celebrar juntos. Son las jornadas excelsas de Venus, dichosas y pasajeras. Lola Montez, legendaria amante y bailarina cuyos aventurados años transcurrieron entre 1821 y 1841, es retratada con poesía en una película de 1955 dirigida por Max Ophuls (“Lola Montez”). La bella actriz francesa Martine Carol encarna a Lola. Ojos enormes y profundos, un escote detonante y una mirada que torna rápidamente de la languidez a la furia. Es otra Venus de su tiempo. Lanzada, consigue alcanzar su propio ápice: Irrumpe un día en la corte del Rey Luis I de Baviera y logra convertirse en su amante. Durante las dulces tardes en el palacio, Luis I, de 62 años, y la inquieta Lola, se acompañan compartiendo el champagne y las lecturas de Shakespeare. Las jerarquías se invierten. El rey, sensible a las artes y a la belleza, se vuelve un gustoso súbdito de esa joven y extravagante bailarina a la que recibió al principio con paternal sorpresa. Encuentra a su edad un remanso de ternura, sabiendo que eso terminará mal. La Iglesia, los ministros, la familia y finalmente el pueblo, repudian a la cortesana. Invocan argumentos previsibles, que ella lo domina y lo corrompe. Seguramente odian la sensual felicidad de estos escandalosos amantes. Al final del romance, Lola deja atrás su adorada Munich en una carroza que avanza entre insultos y pedradas. El viaje se desliza luego por la abrumadora belleza de la selva negra mientras el oficial encargado de acompañarla sueña quedarse con ella. Es un joven valiente y amable. Le ofrece su mundo personal que es menor a un reino, pero que rezuma de futuro. Lola sonríe. El joven, igual que el pueblo muniqués, solo ha visto en Lola a la aventurera que fascinó y sometió al monarca. Ella lo corrige: “Se equivoca usted, yo amaba al Rey”. Expulsada ya de Baviera, le causa gracia la ilusión del inexperto pretendiente porque sabe que la vida, en el sentido cabal de la palabra, ha concluido para ella. La pobreza y la enfermedad son su próxima estación. La espera un tiempo decadente en un circo de Nueva Orleans donde Lola es casi otro animal exótico de los que se exhibe sobre la arena. Escenografías ágiles y cambiantes van dando cuenta de los episodios de su vida íntima degradada a espectáculo morboso. Mientras ve agotarse la brevedad de su vida, permanece en el gesto de Lola una señal de aceptación resignada. Venus, en cada una de sus encarnaciones, provee con una mano la delicia y con la otra la sabiduría porque la fugacidad es lo suyo.

                                                                                                                               III

VENUS: “…El entusiasmo con que me hablas de Madame Pompadour, de Catalina II, y de las otras frívolas, egoístas y crueles mujeres, me excita y se apodera de mi alma. Ansío convertirme en una de esas mujeres dañinas, terminarás haciendo de mí un déspota en miniatura…”

Estas imaginarias presencias de Venus forman parte de un bello libro escrito en 1870 por Leopold Von Sacher Masoch, que se llama justamente “La Venus de las Pieles”. Del apellido final del autor se derivó la palabra “masoquismo” que refiere a la preferencia sexual por sufrir o ser mal tratado, acuñada en su tiempo por un reconocido psiquiatra alemán. Amigos y lectores de Sacher Masoch cuestionaron aquella solución semántica que consideraron apresurada e injusta. Habiendo leído esta parte de su obra, me parece probable que sus defensores tuvieran razón. Las formas que el placer y el amor encuentran para articularse son incalculables y admirar la crueldad del amante podría ser una de ellas. El propio texto de Sacher Masoch fue visualmente desafiado por un especialista: Roman Polanski. Su película se llama justamente “La Venus de las Pieles”. Es del año 2013 y construye una inspirada ficción en espejo. Aquí la Diosa se presenta como Wanda, pero en forma desdoblada. Es una actriz torpe y vulgar que llega tarde a una audición. El personaje está a cargo de Emmanuelle Seigner, mujer de Polanski en la vida real. Por su parte, el actor francés Mathieu Amalric es Thomas – evidente alter ego del director polaco- quien en un teatro de París prueba aspirantes para una obra suya basada en el libro de Sacher Masoch. Wanda exaspera a Thomas. Desde su insolente impuntualidad hasta la burda incomprensión del texto que debe interpretar, ella parece ser todo lo contrario de lo que él dramaturgo esperaba. Sin embargo, cuando comienza a leer las líneas de la obra, Wanda se transforma en la exacta encarnación que él soñaba para su drama. A tal punto que Thomas, haciendo de soporte en la prueba, se empieza a fundir en el atormentado personaje de Severin, el hombre que desea ser esclavo erótico de la mujer. Ese contraste interior de Wanda, esa contradicción de roles, no es inocente: La dominante belleza de Seigner -que asume con perfección el lugar de la crueldad- avisa que la venustidad no es conciencia, sino destino. Y como una segunda función, Wanda traza la diagonal entre realidad y ficción que desnuda al dramaturgo. Thomas escribió esa obra porque añora vivir la extasiada experiencia de Severin, pero le incomoda que Wanda se lo recuerde.
Correlativa al texto de Sacher Masoch, la obra que Thomas intenta poner en escena enfatiza la esclavitud amatoria que Severin le ofrece a Wanda a cambio de una futura entrega a sus deseos. Suspicaz, ella le rebate que ese sometimiento implica, por voluntario, una imposición. Elípticamente, Severin mantiene cierto control de la relación. Eso incluye la cláusula por la que acepta presenciar y soportar las infidelidades de Wanda durante el año que acordaron como plazo hasta que él, a modo de premio, pueda acceder carnalmente a ella. Nota cómo esa propuesta de Severin la va constituyendo en tanto que la disfruta. El goce la conduce. La esclavización de Severin deviene entonces una forma ardua de seducción. La Diosa representada por Wanda sabe que ese compromiso autoimpuesto de Severin es una refinada especulación dirigida a ensanchar su apetito sexual a la vez que un antídoto contra el verdadero dolor del amante traicionado, que es el descubrimiento de una infidelidad imprevista y oculta. En estos dos tópicos se asoma el presupuesto que alimenta a los protagonistas del libidinoso juego: Ambos creen más en el placer que en el amor. Cuando Wanda deja de representar y baja del escenario acusando de misoginia a Thomas y a su obra, activa el conflicto central desarrollado por Sacher Masoch en su texto original: la querella contra el tiempo presente y su incapacidad de vivir el amor como deleite. En vano, Thomas intenta hacerle ver a Wanda que ella aplica las categorías ilustradas a una forma del amor pagana y primigenia. Es un equívoco que resuena alerta desde la imprecisa orilla de la normalidad y es el mismo que ha estigmatizado al escritor austriaco. Lo que Sacher Masoch necesita no es un psiquiatra, sino la magia o el hechizo que despierten otras dinámicas del erotismo, más profundas y más fuertes. Aquellas que son anteriores y probablemente superiores a nuestra disciplinada idea del amor.

 

3 thoughts on “Tres ocasiones de la diosa filmada”
  1. Maravilloso texto. Clarificador del perfil moderno de las diosas, planteado en las películas respectivas.Excelente conceptualizacion de tales mitos Un verdadero lujo el articulo felicitaciones al autor

  2. Maravilloso texto. Clarificador del perfil moderno de las diosas, planteado en las películas respectivas.Excelente conceptualizacion de tales mitos Un rverdadero lujo el articulo felicitaciones al autor.-

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